lunes, 1 de julio de 2013

El Dios de los puntos suspensivos...


 XIII Domingo Ordinario
Lc 9, 51-62

No es un punto y aparte, como si la nuestra fuera una historia distinta de la de Dios. Muchos menos un punto final. Es un Dios de puntos suspensivos, un Dios que deja una propuesta en el suspenso del rechazo… o del acogimiento. No es el Dios que impone su proyecto. Es el Dios que invita a algo. Hoy quizá sea muy necesario recuperar lo que significa que Dios invite a seguirlo, desde dos preguntas fundamentales: ¿es posible seguir a Dios? y si es posible ¿vale la pena seguirlo?
El seguimiento es posible por los puntos suspensivos de Dios. Jesús es Palabra hecha puntos suspensivos… Jesús, Palabra que explica, que comunica, que anuncia, que es voz donde no se escuchaba nada, palabra que rompe el silencio y a la vez se hace silencio porque la palabra silente es la que mejor se asemeja a esa paradoja de ser Dios vulnerable, Dios que ama, Dios que invita al suspenso… A Dios no es posible seguirlo. A Jesús sí. Si vale la pena la justicia, vale la pena el seguimiento. Si vale la pena la misericordia, la compasión, la solidaridad, vale la pena el seguimiento. Si vale la pena apostar la vida por algo, vale la pena seguirlo.
La metáfora del seguimiento es un asunto de dinamismo, de movimiento. No es memorizar unos contenidos; es dejar que la memoria mueva a algo nuevo, a algo distinto del lugar en el que se deja de estar al ponerse a seguir a Alguien. Seguir a Jesús no es un asunto sólo de ir más a la Iglesia, sino de ser Iglesia. No sólo la institución, sino sobre todo la comunidad, los que van aprendiendo a caminar juntos, siguiendo al Dios del suspenso. El seguimiento es suspenso, es no aprehender, es no controlar, es dejar a Dios ser Dios. El seguimiento sabe a desinstalación, sabe a disponibilidad para caminar, a disposición de dejarse acompañar por otros.
Pero en realidad, ¿qué es seguir a Jesús? ¿Cómo se sigue a Jesús? Seguir a Jesús es entrar en una nueva lógica: por ejemplo, no es la lógica de hacer más dinero la que mueve al seguidor de Jesús, sino la de dejarse afectar por el hecho de que hay gente que sobrevive con el salario mínimo. No hay seguimiento de Jesús donde se adapta el Reino de Dios a mi propia disponibilidad —por más bienintencionada que sea—, sino donde mi disponibilidad se va abriendo y ensanchando al Reino de Dios.
Seguir es caminar sabiendo que alguien tira de la historia hacia adelante. Seguir a Jesús es, también, saber permanecer: permanecer caminando. Seguir a Jesús es mover los pies. No seguirlo es dejarse arrastrar por la historia.
El Dios de los puntos suspensivos invita a caminar, a continuar escribiendo historia, a continuar viviendo mientras se intenta romper esa lógica del “capital”. Los puntos suspensivos de Dios son la posibilidad real, entregada al hombre, de caminar…  ¿Hacia dónde? No sabemos. Sólo sabemos que nuestro paso limitado tiene un destino: No se trata de «tercermundizar» al Primer Mundo, ni de «primermundizar» al Tercer Mundo. Se trata de algo distinto del Primer Mundo y algo distinto del Tercer Mundo. Se trata de que «Otro mundo es posible… desde Jesús»… 

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