XIII Domingo
Ordinario
Lc 9, 51-62
No es un
punto y aparte, como si la nuestra fuera una historia distinta de la de Dios. Muchos menos un punto final. Es un Dios de
puntos suspensivos, un Dios que deja una propuesta en el suspenso del rechazo…
o del acogimiento. No es el Dios que impone su proyecto. Es el Dios que invita
a algo. Hoy quizá sea muy necesario recuperar lo que significa que Dios invite
a seguirlo, desde dos preguntas
fundamentales: ¿es posible seguir a Dios? y si es posible ¿vale la pena
seguirlo?
El
seguimiento es posible por los puntos suspensivos de Dios. Jesús es Palabra
hecha puntos suspensivos… Jesús, Palabra que explica, que comunica, que
anuncia, que es voz donde no se escuchaba nada, palabra que rompe el silencio y
a la vez se hace silencio porque la palabra silente es la que mejor se asemeja
a esa paradoja de ser Dios vulnerable, Dios que ama, Dios que invita al
suspenso… A Dios no es posible seguirlo. A Jesús sí. Si vale la pena la
justicia, vale la pena el seguimiento. Si vale la pena la misericordia, la compasión,
la solidaridad, vale la pena el seguimiento. Si vale la pena apostar la vida
por algo, vale la pena seguirlo.
La metáfora del
seguimiento es un asunto de dinamismo, de movimiento. No es memorizar unos
contenidos; es dejar que la memoria
mueva a algo nuevo, a algo distinto del lugar en el que se deja de estar al
ponerse a seguir a Alguien. Seguir a Jesús no es un asunto sólo de ir más a la
Iglesia, sino de ser Iglesia. No sólo la institución, sino sobre todo la
comunidad, los que van aprendiendo a caminar juntos, siguiendo al Dios del
suspenso. El seguimiento es suspenso, es no aprehender, es no controlar, es
dejar a Dios ser Dios. El seguimiento sabe a desinstalación, sabe a
disponibilidad para caminar, a disposición de dejarse acompañar por otros.
Pero en
realidad, ¿qué es seguir a Jesús? ¿Cómo se sigue a Jesús? Seguir a Jesús es
entrar en una nueva lógica: por ejemplo, no es la lógica de hacer más dinero la
que mueve al seguidor de Jesús, sino la de dejarse afectar por el hecho de que
hay gente que sobrevive con el salario mínimo. No hay seguimiento de Jesús
donde se adapta el Reino de Dios a mi propia disponibilidad —por más
bienintencionada que sea—, sino donde mi disponibilidad se va abriendo y
ensanchando al Reino de Dios.
Seguir es
caminar sabiendo que alguien tira de la historia hacia adelante. Seguir a Jesús
es, también, saber permanecer: permanecer caminando. Seguir a Jesús es mover
los pies. No seguirlo es dejarse arrastrar por la historia.
El Dios de
los puntos suspensivos invita a caminar, a continuar escribiendo historia, a
continuar viviendo mientras se intenta romper esa lógica del “capital”. Los
puntos suspensivos de Dios son la posibilidad real, entregada al hombre, de
caminar… ¿Hacia dónde? No sabemos. Sólo
sabemos que nuestro paso limitado tiene un destino: No se trata de
«tercermundizar» al Primer Mundo, ni de «primermundizar» al Tercer Mundo. Se
trata de algo distinto del Primer Mundo y algo distinto del Tercer Mundo. Se
trata de que «Otro mundo es posible… desde Jesús»…
No hay comentarios:
Publicar un comentario