viernes, 21 de agosto de 2015

«Pan de Vida» ¿fetiche o subversión? (Aproximación teológico-marxista)


El discurso del «Pan de Vida» es un tema importante dentro del Evangelio de Juan. Sin embargo, la costumbre de pensar en teoría para luego buscar "aplicar en la práctica" suele promover una visión desencarnada y demasiado abstracta de la "Vida" de la que habla el evangelio. La intencionalidad teológica del discurso mencionado es innegable, mas dicha intencionalidad no significa que haya sólo una teología posible para leer el texto. Por tal motivo, y tratando de evitar el esquema teoría-aplicar-a-la-práctica, propongo aventurarnos con una lectura inusual pero que, desde el diálogo con otros que se han preocupado por el asunto del «pan y de la vida», puede ser ocasión de una nueva praxis. De este modo, más que pasar de la teoría a la práctica, es desde la praxis concreta desde la que podremos comprender mucho mejor y revitalizar nuestra potencia de pensamiento, nuestra "teoría".

En primer lugar un par de comentarios introductorios para justificar la lectura aquí propuesta.
¿Qué entender por carne?
En el discurso del Pan de Vida Jesús menciona que el «pan» que dará es su «carne», en griego σάρξ [sárx]. No parece del todo descabellado remitirnos a la primera mención de la sárx en el evangelio de Juan, es decir: el Prólogo. Lo que existía desde el principio, la Palabra [lógos], se hizo «carne» y habitó [puso su tienda] entre nosotros (Jn 1,14). Esa existencia, por el hecho de venir a habitar entre nosotros se expone al rechazo, como señala el mismo prólogo. Se trata de una existencia cargada de cierta conflictividad, vulnerable a la respuesta y acción humanas. Dicho de otro modo, entra en la dinámica político-social de los humanos. Si bien se podría hablar de un rechazo "espiritual", la alusión a la «carne» debería de ponernos en guardia lo suficiente respecto a cualquier intento de "espiritualización", acción que, dicho sea de paso, es radicalmente criticada por la 2 Jn al afirmar que el Anticristo es todo aquél que niega la venida de Jesucristo en la «carne».  La referencia a la «carne» en cuestión nos remite a una forma de vivir, una forma de vida que cohabita con los demás, que entra en la dinámica de acogida-rechazo, comunión-exclusión. La «carne» de Jesús es su forma de vivir que lo expone a –y de hecho lo conduce a– la exclusión, dada la violencia que se despierta en varios de los que lo rodean a partir de su actuar. La idea de hablar de una forma de vivir tiene como fundamento el recurrente énfasis joánico en el amor al hermano, especialmente al que está en necesidad, amor no de palabras sino en la verdad.

¿De qué Vida se trata?
No pretendo negar lo que una lectura mística del discurso del Pan de Vida puede aportar. No obstante, una lectura "carnal" y comunitaria del texto pudiera sugerirnos otra posible comprensión. Las expresiones "vida eterna" y "para que el mundo tenga vida", pueden comprenderse mejor –cristianamente hablando– desde la perspectiva eucarística, cuya referencia principal a nivel de acontecimiento –y no de discurso– en Juan puede ser la multiplicación de los panes (dada la claridad de la analogía). Desde tal perspectiva, la idea de una «vida» y además «eterna» podría ser planteada no como el consumo de "algo" que garantiza la pervivencia de la existencia individual más allá de este mundo –lo cual pudiera ser muy atractivo para muchos, y un excelente de recurso de marketing para el cristianismo, pero que además de ser poco cristiano, habría tenido demasiada competencia en aquella época, por ejemplo, con el pensamiento neoplatónico– sino como una forma de vivir, de existir, que garantice que no le falte el pan a nadie, que construya y cree las condiciones para que todos tengan pan y en abundancia. La pervivencia de la vida se da no de forma individual sino comunitaria, ya que a nivel práctico es fácil ver cómo la escasez de alimento frecuentemente lleva a la violencia al competir por él, o contra aquellos que no viven dicha carencia. (El trabajo pudiera ser otro ejemplo ad hoc, aunque en última instancia, también remite al alimento, al sostén de la vida, física y simbólicamente).

El «Pan de Muerte» o la «comunión fetiche»
Para ampliar la comprensión de la expresión «Pan de Vida» puede ser de ayuda evocar de forma simple la teoría del fetichismo de Marx, la cual sostiene que en última instancia, son las mercancías, el producto del trabajo humano, las que determinan las relaciones sociales, la vida misma de los seres humanos que intervienen en su producción, consumo y uso. Conforme un objeto se vuelve obsoleto, lo mismo va ocurriendo con los agentes y las formas de vida asociadas a dicho objeto. Por otra parte, conforme las mercancías u objetos se vuelven independientes respecto de quienes intervinieron en su producción, terminan siendo ésas las que dominan y determinan la participación y/o exclusión de estos últimos. En otros términos, una persona puede hacer pan y no ganar lo necesario para comprarlo. En este sentido, los objetos producidos se vuelven una especie de ídolos a los cuales se sacrifica la vida de seres humanos. Un ejemplo puede aclararlo más: los llamados "diamantes de sangre". Éstos reciben tal nombre debido a la cantidad de vidas humanas sacrificadas para obtenerlos y sacrificadas por el uso que se hace de dichos diamantes.
El comer la carne de Jesús, su «pan», implica romper con la complicidad con toda forma de vivir y de producir asociada al sacrificio de otros. La carne y sangre de Jesús no son las de un sacrificio de otros, sino las de la entrega de sí en una forma concreta de vivir solidaria, crítica y esperanzada. 

El «Pan para la vida»
Ante el «Pan de Muerte», pan que excluye a muchos e implica el sacrificio de otros, Jesús propone el «Pan de/para la Vida», una forma de vivir que crea las condiciones para que a nadie le falte el «pan» necesario –símbolo de lo que sostiene la vida, concretiza la fraternidad, corona el trabajo, y de un modo de vivir no-violento. 
"Todo para todos, nada para nosotros", expresión de los zapatistas que bien puede expresar de forma simple la provocación del «Pan de Vida», y tal vez sea una lectura como esta la que nos dé el impulso y sacudida necesarios para salir del ensimismamiento de una "comunión" que no genera bien(es) más que para unos cuantos, si no es que para muy pocos, y que lejos de crear condiciones de comunión, genera una ilusión de comunión que es cómplice de la injusticia que se impone en nuestro mundo. Nada más lejos de la comunión con Jesús, quien apostó su vida para hacer posible que la vida fuera digna de ser llamada «Vida», y que lo fuera para todxs. La disyuntiva pues, se plantea como  «comunión fetichizada» o la existencia «eucarística», es decir, entre participar de la forma de vivir que no sólo se desentiende de los demás sino que además se experimenta justificada para hacerlo, y la puesta en juego de la propia forma de vivir –y de la propia vida– por un mundo más justo, igualitario, desde el amor… hecho «carne».