lunes, 19 de noviembre de 2018

La migración es la anarquía por otros medios...


"Sólo en el mundo por venir (es decir, en el del cumplimiento) puede manifestarse 
la auténtica potencia divina de otro modo que como destructiva.
[…] sólo en la comunidad, nunca en las «instituciones sociales» existentes, 
viene a manifestarse lo divino, sea ya sin violencia o con violencia." 
W. Benjamin


A propósito de la apocalíptica, algunas notas rápidas en torno a lo que está ocurriendo sobre las caravanas migrantes:

1. No creo poder decir qué sea en sí este fenómeno, al menos no todavía. Hay muchas personas que han corrido a calificarlo desde manipulación masiva hasta como nuevo movimiento social. No descarto la posibilidad de que haya algo de ello, pero me parece apresurado sacar conclusiones que desacrediten o ensalcen el fenómeno. En todo caso, parecería la presencia de una forma muy antigua de migración –las caravanas eran el modo más seguro– que se hace presente en nuestra época.

2. La realidad afecta sin límites. Pareciera que hay capas de realidad, pero tal vez se trate más bien de distancia y de las distintas mediaciones y creaciones humanas que nos sirven para mantener la distancia. Quienes hoy viven las incomodidades y malestares asociados a la presencia de la caravana –también quienes temen llegar a sentirlos– han experimentado una reducción de la distancia. La realidad se torna más densa e intensa. No es que no estuvieran en la realidad antes, sino que la distribución de la realidad como dinámica y como posición les había favorecido colocando en un punto en el que lo que ocurre no se siente ni se ve con tanta intensidad y “realidad”. Así como en los sistemas de drenajes, lo indeseado o desechado de nuestra sociedad y sistema político-económico se distribuye hacia otros puntos en los cuales generalmente se acumula y llega a convertirse en una zona que, tarde o temprano, dejará sentir su influjo en el resto del mundo, mucho más si se trata de una zona habitada.

3. La realidad no distingue. Sea que se trate de quien ayuda a quien lo necesita y apoya solidariamente, sea que se trate de un anti-migrante, los efectos de esta realidad que se vuelve “más real” y no es sólo virtual o parte de una imagen se dejarán sentir sin miramientos. La meritocracia no tiene potestad en esta situación. Tanto lo sentirá quien ayuda como quien no. Tal vez por eso algunos quisieran que regresaran a la virtualidad… o reforzar los mecanismos de la distancia.

4. Estamos en un mundo. Y es un mundo en el que las cloacas y drenajes se van llenando, y precisamente se saturan con lo que nosotros mismos producimos, desechamos, y con lo que sostiene nuestro estilo de vida. Cuando esto ocurre, las vidas que, sin necesariamente aspirar a un vida de lujos, se ven cada vez más identificadas con los desechos, o buscan salida o se transforman en eso: seres des-hechos. Los des-hechos son en buena parte fruto de nuestros desechos, y los tratamos como desechos.

5. Los des-hechos se resisten a ser desechos. Los llamo des-hechos también porque contradicen nuestros “hechos”, nuestro orden del mundo, ese que implica que la responsabilidad legal absorba la responsabilidad moral, o peor aún, que pretende que la no-responsabilidad legal (lo que la ley no obliga) justifica la irresponsabilidad moral (lo que un sentido aunque sea mínimo de humanidad sí exige). La lógica del “que coma el que tenga para pagar” se ve confrontada por la lógica del “un vaso de agua y el pan no se le niega a nadie”, lógicas que curiosamente suelen ubicarse en sectores económicamente bien definidos.

6. La migración es la anarquía por otros medios. La anarquía rechaza fuertemente al Estado. No utiliza argumentos teóricos, todo lo contrario, son muy concretos. Si un sector de la población no percibe ningún beneficio por parte del Estado, ¿por qué habría de respetar nociones como fronteras, documentos de identidad, trámites legales? ¿No es curiosamente el fenómeno migratorio contemporáneo un fuerte desafío al Estado moderno? Tal vez haya que considerar que no se trata de una anarquía radical, pues en parte esperan contar con el apoyo –o al menos con la no agresión– de otros “Estados”, pero aún así, parecieran ser la expresión más desafiante y menos beligerante de la negación del Estado que podemos constatar hoy. Atravesar más de un país, sin pensar en nada más que vivir, salir de la zona de desecho, enfrentar la dureza de una realidad que también conlleva rechazo de otros, violencia y resistencias, nos habla de una realidad que ya no es contenida por el Estado, la violencia del Estado se ha hecho cada vez más patente, incluso bajo la forma de legalidad. No se trata simplemente de afirmar que ningún ser humano es ilegal, sino que el Estado como forma de distancia y control último parece sostenerse sólo por el deseo de unos de ser preservados de la misma realidad. No condeno absolutamente ese deseo sino que señalo que sus condiciones de realización son terribles humana y ecológicamente hablando. Al estar entre la inmunidad y la comunidad en este tiempo de realidad virtual, parece que lo virtual produce des(h)echos muy reales, mientras que lo real se nos acerca ahora inexorablemente sea bajo la forma de nuestras propias violencias identitarias y de estilo de vida, o bien desde el exceso de realidad que viene de los des(h)echos.