lunes, 11 de enero de 2016

El cielo se abrió…


El Bautismo del Señor 
Domingo 10 de Enero de 2016

El pueblo estaba a la expectativa… (Lc 3, 15)

Lucas nos habla de un pueblo que está en espera, a la expectativa de “algo”. Hoy cabría hacer nuestra la pregunta: Nosotros, ¿en espera de qué estamos? ¿Qué nos es posible esperar?  Me pregunto si vale la pena cuestionarnos esto, justo en una sociedad que ya se está cansando (si no es que ya se cansó) de esperar respuestas del Cielo a los problemas de la tierra. Respuestas que, aparentemente, no llegan de ninguna parte[1]. Quizá le preguntamos al cielo lo que debemos preguntarle a los hombres y quizá también esperamos de los hombres lo que solo el cielo nos puede dar.

Jamás la historia sin esperanza y jamás la esperanza sin historia (Rubem Alves). Es decir, la fe cristiana, si algo puede decirnos en esta espera desesperada, es que la historia que vamos construyendo no puede olvidarse de contagiar esperanza. No solo un optimismo ciego, sino una lectura diferente, que abra la historia a la acción liberadora del Dios de Jesús. Y por ello, la esperanza no solo como un ideal, sino como una experiencia que va escribiendo una historia diferente.

El cielo se abrió… (Lc 3, 21)

El mismo capítulo 3 de Lucas, presenta en labios del pueblo una pregunta interesante: “¿Qué debemos hacer?” (Lc 3, 10). Si la pregunta ha brotado así, es porque hay una cierta conciencia de que algo va mal y hemos de revertirlo. Me parece que esta es la esperanza asomándose a la historia a través de nuestras propias búsquedas.

Jesús, que también anda en la búsqueda, se forma para recibir el bautismo de Juan, como uno más. Me gusta imaginar a Jesús formado en esta fila de personas en búsqueda, movidos por una expectativa, no conformes con la situación actual, queriendo descubrir que hay algo más. Y entonces el cielo se abrió, no para ofrecer respuestas, sino para dibujar un horizonte que le da un giro radical a la búsqueda: “Tú eres mi hijo muy amado, en quien tengo puesta toda mi predilección”

El bautismo nos recuerda que, cuando el cielo se abre, el ser humano se encuentra ante una experiencia fundamental: la de sabernos hijos en el Hijo del Padre, hermanos de todos. El cielo se abre para depositar su confianza en nosotros –tengo puesta en ti toda mi predilección–. Experiencia que es como el banderazo de salida, para emprender el camino de la fraternidad y de la justicia. 





[1] Los obispos latinoamericanos dijeron, en Medellín (1968) que «un sordo clamor brota de millones de hombres, pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte» (Capítulo XIV “La pobreza de la Iglesia)