domingo, 5 de noviembre de 2017

"La verdadera religión" o "la verdad de la religión"



Un relato que antepone dos lógicas: 

1. Por un lado, la lógica de los que buscan (y al parecer encuentran) en la religión, la justificación divina para "estar arriba": sentarse en la cátedra de Moisés, actuar para buscar la adulación, ser vistos, ocupar los primeros lugares.
En esta lógica estamos los que buscamos "la verdadera religión", no "la verdad de la religión", es decir, aquella que nos garantice ser parte de una élite que pueda mirar al resto desde la mirada del que está arriba, del que tiene la razón, del que no se equivoca, del que está en lo correcto. 

2. Por otro lado, la lógica de los de abajo: "Ustedes, en cambio... todos hermanos". La lógica de los que buscan la verdad revelada, no solo de la religión, sino de la vida entregada de Jesús de Nazaret: la fraternidad subversiva: "Ustedes, en cambio": subvertir, mirar desde abajo, desde la mirada de los arrojados a los bordes. 

La Buena Noticia: la lógica de Jesús, el marginado,  el que es libre porque no busca la adulación, y por ello se ha tomado muy en serio su manera de sentir, de pensar y de actuar, ahora es (si queremos) la nuestra. 

lunes, 1 de mayo de 2017

Un relato de rupturas fecundas

III Domingo del Tiempo de Pascua
(30 de abril de 2017)


Un relato de rupturas fecundas 

¿Cómo ha sido posible que el sencillo gesto de “partir el pan” 
permita a los caminantes de Emaús reconocer al Resucitado 
en el peregrino que ha caminado junto a ellos?

1. El texto de los discípulos de Emaús es un relato de rupturas:

a) Los de Emaús han experimentado la ruptura de sus expectativas. Nosotros “esperábamos” que él sería el libertador de Israel (Lc 24, 31) La tristeza de los discípulos se alimenta de sus expectativas rotas. Jesús no ha sido el Mesías que “ellos esperaban”. No ha sido un Mesías a la altura de sus expectativas. Ellos esperaban –y al parecer encontraron o creyeron encontrar– en Jesús una liberación basada en el “poder”: Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta “poderoso” en obras y palabras delante de Dios y delante de todo el pueblo (Lc 24, 19b) Pero la forma de morir del profeta ha evidenciado más su impotencia, su no-poder. Por eso, los de Emaús se resisten a la noticia de la Resurrección que las “mujeres” (las que no tienen poder) han anunciado (Lc 24, 22-23)  Por ello, también resulta difícil para los de Emaús dar crédito a la Resurrección, pues hacerlo sería aceptar que Dios ha reivindicado la impotencia en la que ha muerto Jesús. El corazón de los Emaús es caos, confusión, tristeza. Así sucede cuando se rompen las expectativas que nos hemos construido sobre Dios, sobre la Iglesia, sobre la humanidad.

b) Los de Emaús han experimentado la ruptura de su fe como conocimiento que impide el re-conocimiento. ¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! (Lc 24, 25) El peregrino interpela la fe bíblica de los discípulos. La fe, como conocimiento, no basta. Como apuntan los comentaristas bíblicos, en realidad Jesús no les dice nada nuevo, sólo empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras (Lc 24, 27) Pasajes que seguramente ellos ya habían escuchado y conocían. Pero, hasta ahora, ha sido un conocimiento que impide el re-conocimiento. En nuestra comunidad eclesial muchos sabemos mucho, pero nos cuesta dejar que ese conocimiento (bíblico, teológico, pastoral, catequético) nos lleve a re-conocer al Resucitado en los peregrinos que salen a nuestro encuentro.

2. Tras la ruptura, hay algo que emerge, que renace. No se trata de romper por romper. Se trata más bien de estar atentos a lo que la ruptura permite re-conocer. Son rupturas fecundas por que de ellas nace algo:

a) Las expectativas que se rompen permiten que nazca la esperanza: mientras las primeras no se rompan, mientras no estemos dispuestos a romperlas –como el pan que se parte– o a dejar que el peregrino de Emaús la rompa, la esperanza no puede crear historia. La expectativa de los discípulos les hace esperar sólo para ellos. Desde la esperanza, corren a Jerusalén a anunciar a otros.

b) La fe como “solo conocimiento” (de unos dogmas, de contenidos catequéticos) que se rompe permite que surja la fe como conocimiento que apunta al re-conocimiento. Es la fe que hace “arder el corazón”. Los conocimientos bíblicos de los de Emaús no han sido suficientes. Necesitan una clave de lectura, necesitan algo más. Jesús se las ofrece: la necesidad de padecer. La necesidad de partirse, de entregarse, de darse. La fe como conocimiento no es suficiente, necesitaríamos acercarnos a los relatos bíblicos, desde nuestras propias rupturas, desde nuestras entregas, desde nuestra disposición a vivir descentrados de nosotros mismos.


¿Cómo ha sido posible que el sencillo gesto de “partir el pan” permita a los caminantes de Emaús reconocer al Resucitado en el peregrino que ha caminado junto a ellos? Ahí donde las expectativas se rompan, ahí donde la fe como simple conocimiento se fracture, ahí donde algo de mí sea capaz de partirse (y darse)… ahí se reconoce al Resucitado.