domingo, 10 de agosto de 2014

Llegada la noche, estaba allí solo, en "los bordes"

XIX Domingo del Tiempo Ordinario 
Mt 14, 22-33

El que Jesús camine sobre las aguas, a primera vista, puede parecer un acto de magia; o en todo caso, un efecto de su condición divina: porque es Dios, porque "puede" violentar las leyes de la naturaleza a su antojo, camina sobre el mar. Se trataría de una autoridad fundamentada en el poder. Pero, ¿así será realmente la autoridad de Jesús? 

Recordemos que el relato no nos presenta el evento aislado. El evangelista es muy cuidadoso: después de saciar a la gente, se aparta a un lugar. La noche lo encontró solo. Conociendo lo que podemos conocer sobre él, es difícil suponer que en esa soledad Jesús maquinara su próxima intervención milagrosa delante de los apóstoles. Se trata más bien de un momento de profunda intimidad, de resonancias que hay que ubicar, puesto que lo que ha acaba de ocurrir, no es algo que se vea todos los días. 

El texto de hoy es la continuación del relato de la multiplicación de los panes. Parece que lo que Jesús ha experimentado ese día en que cinco panes y dos peces alcanzaron para tanta gente, ha sido de tal impacto para él, que el día no puede terminar sin más, sino solo en la soledad de la noche exponiéndose delante del Padre. 

Quien ha tenido la oportunidad de ser testigo de la gratuidad de Dios, manifestada en la bondad de la que es capaz el hombre al ver a su hermano en necesidad, puede testificar que no se puede terminar el día sin resonancias, sin provocaciones, sin que el mundo interno se resquebraje, al menos un poco. 

A Jesús le ha sucedido algo semejante. Su humanidad se ha visto interpelada por el hambre. La humanidad de Dios se ha visto afectada por el hambre. La divinidad de Jesús, que es la misma que la del Dios que "escucha el clamor de su pueblo y ve el látigo de los capataces", no puede desentenderse de que el hombre tiene hambre. Dios no puede seguir siendo Dios de la misma manera, sino es volcado sobre el hombre, a quien tanto ama, para darle de comer. 

De la misma manera, la comunidad de creyentes no podemos creer de la misma manera tras experimentar, en carne propia, el hambre y sus estragos. Llegará el tiempo en el que, para el creyente, lo primero será atender el imperativo que cuestiona toda humanidad: "denles ustedes de comer" y luego organizar el culto (y si no quedara tiempo en el día, que la noche nos encuentre en él, como a Jesús). 

Cuando la humanidad de Jesús ha sido manifestación de su divinidad (entendida como la preocupación amorosa, tierna y solidaria de Dios por su pueblo) los apóstoles le han reconocido en ese mar de indiferencias turbias que ponen el riesgo el proyecto de la barca (signo de la Iglesia). Es ahí, cuando su presencia se abre paso y nos sale al encuentro. Parece que a Pedro (y a todo creyente) le ha costado reconocer que el fundamento de la autoridad de Dios sea en el riesgo asumido por dar de comer a otros y en la soledad que recoge los rostros alimentados. Desde el encuentro con su Padre, Jesús viene a encontrarse con nosotros. Que desde el encuentro con él, podamos encontrarnos con nosotros. Que la noche nos encuentre en los bordes. 

domingo, 27 de abril de 2014

Recíbanos...

Y de repente nos encontramos con un vacío, un espacio ocupado por una ausencia. 
Todo lo que habíamos vivido, la ilusión, la esperanza de caminar con alguien que le dio un giro nuevo a nuestra existencia, ahora ya no estaba. 
Nos fue arrebatada y no terminábamos de entender porqué. 
Cierto era que sentíamos algo de culpabilidad; no supimos entenderle, no supimos acompañarle.
Algo dentro de nosotros nos recordaba que toda opción implica una ruptura. Pero no sabíamos hasta qué punto estábamos dispuestos a asumir esa ruptura. 
Quizá por eso teníamos las puertas cerradas. No terminábamos de entender que toda ruptura también implica una opción: la de abrir la puerta de nuevo. 
Fue algo extraño. La puerta no se abrió, sino que caíamos en cuenta de que Alguien estaba presente dentro de nosotros, justamente en medio. Por eso, como dijera Rilke más tarde, no nos dio miedo que Jesús entrase, sino descubrir cuán presente ya estaba dentro de nosotros. 

De repente, la ausencia dejó de ser espacio vacío. Es lo que sucede tras un encuentro: el vacío deja de serlo y se convierte en disponibilidad para que algo nuevo pudiera suceder. Esa fue nuestra alegría; no se trataba de un vacío, sino de disponibilidad; y para ser disponibles, hay que saber vaciarse de vez en cuando. 

Pero nuestra alegría se ensanchó cuando descubrimos que la disponibilidad era posibilidad de recibir lo que se nos había sido arrebatado. Por eso, cuando caíamos en la cuenta de la presencia de ese Alguien, entendimos eso de "Reciban"... No se trataba de volver a lo de antes, sino de abrirnos a algo totalmente nuevo, algo que nos fascinaba pero a la vez nos atemorizaba. Quizá por eso él se dio cuenta de que vacíos no podíamos llegar muy lejos. Nos fue conduciendo del vacío a la disponibilidad, de la disponibilidad al "recibir" no sólo lo que se nos había arrebatado, sino también aquello que no sabíamos que necesitábamos. 

Hubo uno de nosotros que no lo comprendió así; para él, el vacío seguía siendo vacío y no estuvo disponible para recibir lo que nos hacía falta. Quizá en el fondo se negaba a reconocer que le hacía falta recibir algo. Por eso no estuvo con nosotros ese día. Y cuando le dijimos que el vacío se nos convirtió en disponibilidad, argumentó desde la razón. 

Y ahí volvimos a entender. Que siempre que entre alguno de nosotros hubiera un vacío, lo habría para todos. Y volvió a suceder: lo descubrimos en medio de nosotros, una vez más -y desde entonces lo sigue haciendo- para decirnos: "recíbanos"... 

miércoles, 2 de abril de 2014

La esclavitud de la salvación: la Samaritana

El largo relato del encuentro de Jesús con la mujer samaritana (Jn 4,5-42) es rico en simbolismo y en temas. Uno de los posibles temas, y que probablemente resulta desafiante y problemático, es el de la idea de "el salvador". Ciertamente la conclusión del texto sugiere que Jesús es el salvador del mundo. Sin embargo, llegar a dicha conclusión ignorando la crítica presentada en el relato puede conducir a traicionar el sentido y modo en que Jesús es designado como salvador.
Tres "lugares temáticos" del texto delinean la insistencia en la crítica hacia lo que prometa salvación:
1) La mujer va constantemente por agua al pozo, tarea que sin duda no sólo es ardua y fatigosa sino inevitable. No se puede vivir sin agua… hay que ir por ella. Esta es una realidad que cansa, incluso ahoga: estar cansado de algo, desear prescindir de ello, y aun así necesitarlo.  El cansancio queda bien  expresado por la mujer en su entusiasmo al decir "para que ya no tenga más sed ni tenga que volver a venir por agua nunca más".
2) El pozo de Jacob da pie a la discusión relativa al lugar de culto. Unos van a Jerusalén y otros al Monte Garizim. La imposibilidad de definir cuál es el "correcto" deja sin escape. La mujer también parece estar cansada de esas luchas por saber dónde está la verdad religiosa. De hecho, su comentario deja entrever que viene con una intención específica: provocar una respuesta de parte del profeta (Jesús) para dirimir la cuestión. Cansada pero anhelante, espera una respuesta de alguien más, respuesta definitiva.
3) El diálogo deriva hacia la vida de la mujer. Jesús hace notar a esta mujer que el mismo círculo sin salida de ir a buscar agua sin lograr liberarse de la sed y del trabajo de ir por aquello que la mitiga, lo mismo que la cuestión de la respuesta relativa al lugar de culto, se repite en su vida afectiva-social. Ha estado cambiando de marido constantemente como quien no logra encontrar lo que realmente la sacie, la realice. El comentario no apunta hacia el aspecto de moralidad o inmoralidad del cambio de pareja sino a una toma de conciencia crítica de la lógica subyacente a las búsquedas simbolizadas en el texto como «sed»: vida fisiológica, verdad y afectividad. Cansada de su situación "sin salida" –hay que beber, dar culto a Dios, amar a alguien–, la mujer espera continuamente que "algo/alguien" la salve de su situación. Se aferra al «agua viva», a la palabra del profeta, a la promesa del amor, como si en ellas estuviera su salvación. Cada vez que cree encontrar su salvación, termina sometida a su "salvador". La espera de un salvador esclaviza, consume las fuerzas, ancla más profundamente en el poder de lo inmediato.

Esa «sed» es una maldición.

Sin embargo, la propuesta de Jesús da un giro completamente diferente a esa sed. Sus respuestas no sólo desbordan la expectativa, sino que convierten la maldición en fuente de liberación:
A la sed de agua, propone: ¡Agua! pero agua que convierta su sed en fuente de "bebida" para otros ("de su seno brotarán ríos de agua viva").
A la cuestión de la verdad religiosa Jesús no da solución, sino que simplemente hace que lo que estaba al origen del conflicto –dar culto a Dios– sea posible para todos.
A la situación afectiva, Jesús no da ninguna indicación moral, sólo constata lo que ocurre y la mujer da su respuesta: va y comparte con otros lo descubierto.
La experiencia de la sed nos capacita para poder dar de beber a otros. El experimentar el anhelo de liberación –se le llama necesidad para resaltar su imperiosidad e intensidad– sólo libera cuando uno se pone en juego para que sea posible la liberación de otros y con otros. No "liberar a otros", sino hacer posible la liberación de otros y con otros.
No se trata de un mero conocimiento, al estilo del gnosticismo. Lo que sucede con los samaritanos lo pone en claro, se trata de conducir al encuentro, a la experiencia: a ponerse en juego. El intermediario que nos pone en contacto o nos "abre los ojos" es importante y fundamental, pero al final, la puesta en juego de uno mismo es indispensable. No es mero conocimiento, sino la verdad que trastoca toda la existencia.
Solidaridad en la finitud, en la experiencia de opresión, en el anhelo de liberación, no para huir de lo "negativo", sino porque compartirlo con otros es nuestra fuerza. Como se ve, paradójicamente, "el salvador" esclaviza, ata, mientras que la carencia de salvador compartida es fuente de un gran potencial de liberación. Pero para no convertir esa «carencia de salvador» en un "nuevo salvador" será necesario conservar la esperanza como resistencia –y con poca certeza de éxito–, no como espera… la fraternidad enraizada en el sufrimiento y desgarro hunde sus raíces en lo más profundo de cada uno, y por ello es también fuente de una fuerza tremendamente liberadora, aunque no siempre fácil de orientar…
Como decía Horkheimer: "podemos señalar el mal, pero no lo absolutamente correcto". Si Jesús es reconocido como "salvador del mundo", no es porque haya sido el esperado, sino precisamente porque su profunda solidaridad lo revela como "no salvador" que despierta un pueblo y su potencial liberador. (De hecho, lo que sucederá en la crucifixión después de la entrada "triunfal" con los ramos a Jerusalén es producto de eso: el drama de un salvador que se negó a "salvar(nos)".

sábado, 15 de marzo de 2014

Transfiguración: entre Rebelarse y Revelarse

El texto de la transfiguración, en la versión de Mateo, está enmarcado entre al menos dos importantes situaciones-escenas: el primer anuncio de la pasión, con su consecuente llamada radical al seguimiento, y el segundo anuncio de la pasión, antecedido por una crítica a la incapacidad de reconocer los signos de Dios –en este caso, la llegada de "Elías" en la figura de Juan el Bautista y la poca fe para liberar a un oprimido por una fuerza del mal.
La llamada al seguimiento es radical: "el que quiera salvar su vida, la perderá, pero quien la pierda por mí, la encontrará". La pasión no es destino trágico, en todo caso, se trata de una conciencia clara sobre las implicaciones del Reino: conflicto con los poderes fácticos, e incluso con la visión de la comunidad misma (reprensión de Pedro a Jesús, como quien dice "si tu vienes de Dios, ni conflictos ni sufrimiento ni derrota ¡Dios no puede tener que ver con eso!" ¿Acaso una posible crítica a ciertos pacifismos radicales que pretenden excluir o eliminar toda manifestación de violencia y conflicto?). Nuevamente, la pasión –en tanto que conflicto, y que puede conducir a una muerte violenta– no es destino, es parte de las implicaciones del Reino en tanto que "ruptura con el orden injusto imperante". Esta es la rebelión. En esta rebelión ("rebelación") de Jesús se revela el Reino.
La incapacidad para reconocer a "Dios", o mejor, sus signos, tiene que ver con que en el Reino anunciado por Jesús, Dios se "rebela" contra las imágenes que hacen de él un cómplice con la injusticia, la opresión, y la mentira. Una "revelación" de Dios que incapacita para acoger el Reino, o en concreto, para liberar –y ciertas formas de "espiritualidad" contemporáneas, aunque prometen y explícitamente hablan de liberar, se muestran muy cortas en su potencial de liberación efectiva, "mucha armonía, poca justicia"– es autoengaño, alienación... o cinismo. La fe no es "poder" a secas, sino poder de liberación. Pero esta liberación no tiene la forma del sujeto occidental, autoliberado, sin creencias, y ansioso por dejar salir cuanto le de la gana. La liberación pasa por un compromiso serio con otros, con la creación de un mundo posible, y con los conflictos que esto implica y acarreará. La revelación de Dios, el Reino, se rebela en Jesús.  
De este modo, en la transfiguración se ve la puesta entre paréntesis tanto de la Ley como de los Profetas (Moisés y Elías), que eran los principales referentes de la fe judía. El imperativo de "Escucha Israel" pasa a ser "escuchen a mi hijo (Jesús)". En otros términos, se trata de seguimiento. La vida de Jesús aparece como la nueva Ley, en la cual se plasma y encarna la Nueva Alianza. No ley en términos de obediencia sino de expresión que permite reconocer, es decir, como código que al ser praxis permite reconocer el Reino, al Dios de Jesús. Lo que está en cuestión en la transfiguración no es el poder de Dios, ni la divinidad de Jesús, sino de qué Dios se trata, y qué significa –y verifica– seguir a Jesús. En la revelación de Jesús como el hijo amado de Dios, Dios se rebela al "mundo" –orden injusto. En la rebelión –"rebelación"– de Dios que rompe con cualquier complicidad con la injusticia que vuelve su amor en mero anestésico y manipulación, Jesús se revela al "mundo".
Los tres testigos, conforme a la tradición judía no sólo certifican esto, sino que además, al ser tocados para ser puestos en pie "sin miedo" –el verbo griego utilizado tiene cierta connotación intensiva del tocar: tocar que enciende– se vuelven parte de esta revelación/rebelión.
Una rebelión que no revela los mecanismos de opresión y complicidades ni abre una posibilidad de un nuevo mundo, en especial para los "inexistentes" de nuestra sociedad, no es rebelión digna de seguirse.
Una revelación que no implica una puesta en juego de sí mismo, una ruptura que haga posible otro modo de vivir en la justicia y el amor, y especialmente que no lleve a una efectiva puesta en pie de los que están tirados por miedo o por devoción, no es revelación digna de creerse.
En Jesús, no se puede acoger la revelación de Dios sin rebelarse, ni es posible una rebelión sin revelarse -exponerse, ponerse en juego.

sábado, 8 de marzo de 2014

Tentaciones y capitalismo: el imperativo de pensar

Desde una perspectiva del capitalismo como religión, el siguiente clip de Zizek abre la posibilidad a una interpretación no tradicional de las tentaciones del Mesías (versión de Mateo). Tal interpretación trata de decir e interpretar nuestra situación presente desde lo expuesto por este filósofo. Algunos puntos no son presentados directamente en la exposición, sino que surgen de acoger la provocación filosófica.

-«Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. »
"No sólo de pan vive el hombre, sino de toda pa­labra que sale de la boca de Dios."

1) El pan no se saca de las piedras, es decir, no se puede prescindir del proceso del trabajo, lo mismo que la Palabra no es mera receptividad, sino acontecimiento transformador que implica la respuesta humana. En este sentido, la expectativa relativa a un cambio de sistema económico o político ha de incluir la perspectiva del trabajo, por lo que toda transformación en el orden sociopolítico, de la conciencia y de las relaciones no puede darse al margen de aquél. (De ahí cierto recelo hacia anuncios semi-mesiánicos de un período de cambio de conciencia o de espiritualidad que no contemplan esta dimensión fundamental de la existencia humana (el trabajo), lo cual puede ser una perpetuación de la injusticia).

-«Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: «Encar­gará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, pa­ra que tu pie no tropiece con las piedras. " »
-«También está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios."»

2) la transformación del mundo -incluida la superación de un sistema como el neoliberalismo capitalista- implica pensar, la fatiga y riesgo de pensar, y no actos de compulsividad irreflexiva (sin rayar en la pasividad o contemplación insignificante).
Si bien una revolución podría poner fin a una hegemonía, esto no sucederá sin heridas. Asumir o no una rebeldía, revolución, protesta, que implique violencia o no, ha de ser también parte de la apuesta reflexiva -pero aún así siempre arriesgada- humana, consciente de que "toda resistencia es una ruptura con lo que es. Y toda ruptura comienza, para el que se compromete con ella, por una ruptura consigo mismo." (Badiou)

Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo: -«Todo esto te daré, si te postras y me adoras.»
"Al Señor, tu Dios, adora­rás y a él solo darás culto."

3) tal vez lo más desafiante, afrontar, develar y romper el mito del valor, cuya promesa resulta no sólo atractiva sino sumamente convincente. La complejidad del valor: ¿qué es lo que confiere "valor"? ¿De dónde proviene y en qué consiste su poder? ¿Qué significa el valor? Esto es doblemente desafiante en un época en la que la pregunta por el "cuánto" es más usual y comprendida que la pregunta ir el "qué significa".

PENSAR (con ese pensamiento que es también PRAXIS) más allá del sistema económico-político actual implica pensar desde dentro de él, o más precisamente, desde los lugares que él mismo excluye, pues estos lugares (llámense cinturones de miseria, barrios marginados, migrantes, habitantes de la calle, etc) conocen "el secreto" de dicho sistema-mundo.
La perspectiva encarnada del evangelio no hace menos desafiante la realidad, sino que abre desde ese horizonte en el que parecería que nada más es posible, la posibilidad de un mundo nuevo, un mundo más allá del sacrificio.... de otros... Si el amor se limita a "enmendar" las deficiencias en los ámbitos de lo económico, lo político y lo social, en vez de producir también el pensamiento y praxis que pueden transformarlos, terminará siendo una "pasión útil", pero útil sólo para unos cuantos...

lunes, 3 de marzo de 2014

La necedad de no tener/poner precio...

Cuando un ser humano pone precio a su propia persona, en ese preciso instante pierde algo que le será prácticamente imposible recuperar. Llámese dignidad, integridad, honestidad, palabra. Una vez establecido el precio y vendido, le resulta irrecuperable.
Los textos de Is 49, 14-15 y de Mt 6, 24-34 no pretenden ser una mera inspiración de afecto o crear el efecto de amor de parte de un ser trascendente que permita colmar las carencias a través de un anestésico emotivo. Son totalmente lo contrario. El marco para comprenderlas es el de la justicia del amor.
Lo dicho, una vez vendida la propia "dignidad" –sea lo que ésta sea–, la persona no vuelve a ser considerada uno más entre los humanos. Es una pérdida simbólica, pero a la vez muy real. Lo dramático está en que no se puede hacer una lectura meramente individual. Si alguien expone su persona a tal pérdida, es un asunto de todos. La inquietud por tener lo necesario para vivir es propio de unos cuantos (millones) de seres humanos: la mayoría que dispone muy apenas de lo necesario para vivir. La inquietud de cómo hacer que todos ellos no tengan que "venderse" (humillarse, perder su dignidad, etc.) para poder tener lo indispensable y justo para vivir, atañe a toda la humanidad. Más aún, hacer imposible ese "tener que venderse" que no es sino expresión de que esa posibilidad permanece concebible y abierta. (Dicho sea de paso, ese "tener que" funciona como justificación sin aludir ni señalar responsable alguno, lo que hace doblemente tramposa la expresión. Llamarlo tragedia, en este caso, sirve para disimular la reticencia a asumir responsabilidad y a la vez descargándola sobre una fuerza más allá de lo humano ¿acaso Dios, el destino, la ley del mercado?).
Así, la oposición abierta entre el Dios de Jesús y el dinero puesta bajo la óptica del servir –aunque el verbo tiene connotaciones de subordinación– es un modo de plasmar la imperiosidad de una toma de conciencia:

1. ¿Por qué usamos el dinero? Más allá de su uso meramente instrumental (para comprar, pagar, etc.), la pregunta por el por qué se revela no sólo necesaria sino liberadora. Dicho en breve, ¿de dónde le viene su poder? ¿cómo es que pareciera imposible salir del ámbito de su dominio? La dificultad para pensar un mundo sin dinero, o por lo menos alternativas en el modo de relacionarnos que no estén mediadas económicamente o condicionadas por la lógica del capital –intercambio en el que las relaciones son superfluas o innecesarias más allá del beneficio que ofrece para negociar– ha de hacernos pensar. Y es que si sólo usamos el dinero sin pensar por qué lo usamos, terminamos por ser usados por el dinero. No somos nosotros a delimitar su poder, sino el dinero a delimitar el nuestro (poder adquisitivo, relevancia social, satisfacción vital, emocional, etc.).
La (pretendida) divinidad del dinero parece ser más evidente que la del Dios presentado por Jesús. El dinero nos mantiene a distancia de los otros, y así, evita conflictos y guerra, aunque también el dinero es ocasión y pretexto para conflictos y guerra. No obstante, pareciera que el dinero mismo pudiera resolverlos o contener en sí su solución. Sin embargo, una vez más, quienes están más marginados o excluidos del flujo del dinero viven una doble y desesperante marginación: NO HAY ALTERNATIVA. Ni el bienestante ve factible ni necesaria una alternativa, ni el marginado ve vías de salida ni trazas de mejoría… más allá de buenos deseos, los buenos deseos inspirados por la abundancia y omnipotencia del dios-dinero. ¿Por dónde iría la provocativa alternativa de Jesús?

2. ¿Confiar en el amor de Dios-Padre? Una vez más, si el texto no pretende generar una cierta actitud del tipo "ley de la atracción", un auto-anestésico emotivo, o una justificación de la situación vivida (especialmente en casos de injusticia, y por lo general cargada de culpa, elemento distintivo del capitalismo según W. Benjamin), la idea de un Dios providente no apunta tanto a la lógica del deseo-pedido-deseo-cumplido, sino a una conciencia clara de la necesidad y precariedad del ser humano. Incluso habría que ir más allá. Quienes realmente saben de la angustia del qué comer y qué vestir son los más excluidos y marginados. Aquellos para quienes la vida no es un dato obvio, nada garantizado, ni punto de partida seguro. Si alguien puede (en sentido de derecho de hacerlo) problematizar esa afirmación de la "providencia" divina, son los que infra-viven día a día (digo "infraviven" porque sobrevivir implica asumir que logran su cometido, mas eso no siempre sucede, y no obstante, la muerte no siempre les llega a pesar de ese intento fallido por sobrevivir). Se trata pues, de una toma de perspectiva muy específica: la de los más excluidos.
Por otra parte, un dios que provea individualmente sin intervención de los demás no es para nada el Dios bíblico. El Dios-con-nosotros apunta a una implicación de todos –o de la comunidad al menos– en la toma de conciencia de las necesidades de los demás. No porque se pretenda identificar a la comunidad con Dios de manera absoluta, sino porque esta comunidad al decirse en Alianza con Dios, comparte su conciencia de la necesidad humana, su preocupación por los humanos, y su acción por responder desde el amor y como justicia especialmente a los empobrecidos y excluidos. En este sentido, la conciencia no se reduce a un "saber" de la situación como está en el presente, sino que incluye y exige una apertura de posibilidad, una creación de alternativa. Se trata de una conciencia crítica, y como tal, creadora también (es decir, práctica y transformadora). Así, la invitación a confíar en el amor de Dios-Padre es una provocación a la comunidad y a la sociedad para, poniéndose en la perspectiva de los más excluidos –acto de compasión que además de tocar las fibras más íntimas del ser humano, es compasión crítica: ofrece la "verdad proveniente del sufrimiento"– ponerse a pensar la condición de su presente y hacer el esfuerzo de pensar y realizar colectivamente la posibilidad de un mundo en el que afirmar el amor que cuida de cada uno, amor que le confiere su valor negándose a ponerle precio, sea no sólo un deseo o sueño. 
Ante un amor afirmado abstractamente, sólo el acto de sustraerse a la lógica del dios-capital (la sustracción de la justicia), comprometido en lo concreto nos habla de un amor que es digno de lo humano. No paternalismo, ni conmiseración, sino reflexión y compasión críticos y comprometidos: la alternativa a ser usado por el dinero es la gratuidad. Ante la pérdida señalada al inicio, lo irrecuperable aparece recuperable a través de la práctica del don solidario. La dignidad perdida se recupera no comprándola, sino acogiéndola como don… don de unos a otros.


viernes, 3 de enero de 2014

No es en el poder donde se encuentra al Dios-con-nosotros

Domingo 5 de Enero de 2014
La Epifanía del Señor
Mt 2, 1-12

Según los relatos de los evangelios, Jesús nació "en los bordes". No en la ciudad, pues "no había lugar para ellos". Fue en la periferia donde hubo lugar. Y más aún, Jesús muere "en los bordes"; es echado fuera del sistema. Y además, gran parte de su actividad, la hizo "en los bordes". Jesús, pues, nació, vivió y murió "en los bordes". 

El texto del evangelio de Mateo, presenta a unos magos de Oriente que, guiados por una estrella, salen en busca del rey de los judíos. Sin embargo, cuando lo buscan en la ciudad, la estrella deja de brillar. Cuando lo buscan donde se supone que el rey habría de estar (en el palacio de Herodes), no lo encuentran. Sólo hasta que salen de su palacio, la "estrella vuelve a brillar".  Sólo hasta que invertimos lógicas, encontramos a Dios. 

Lo que el relato nos viene a advertir, por una parte, es que no es en el poder donde se encuentra al Dios-con-nosotros. Por otra parte, nos plantea que es en la perfieria donde se le encuentra. Y es que el nombre de Emmanuel (Dios-con-nosotros) implica la solidaridad de Dios para con el que vive arrojado en las periferias. No podría ser el Emmanuel del lado de los poderosos. 

En la Iglesia que, argumentando una ilusa "prudencia" se situa al lado de los poderosos de este mundo, la estrella no brilla. Esto habremos de entenderlo pronto, antes de que sea más tarde de lo que ya es. 

Los magos buscan a un rey. pero también su expectativa se ve superada, puesto que este rey es bastante poco rey, según hubieran imaginado. El Reino de Dios es otra lógica a la de los reinos de este mundo. La realeza, o soberanía de Dios no se mide bajo los estándares del poder, sino que se experimenta bajo la acción solidaria y misericordiosa: 

Para Jesús, el reino incluye la superación de las relaciones de poder humillante, el dominio represivo del hombre por el hombre: es un reino de servicio mutuo [...] La venida del reino de Dios tiene en Jesús un factor humano de mediación. La solicitud del hombre por sus semejantes es la forma visible en que se manifiesta la venida del reino de Dios; tal es el camino que recorre la soberanía de Dios (SCHILLEBEECKX, E.  Jesús, la historia de un viviente. Trotta, Madrid 2002, p. 132, 140) 
Por eso la estrella ha dejado de brillar en el poder, porque la manera en como éste se ejerce suele ser "dominante y represivo". Y sólo desde un corazón situado en los bordes y desde un testimonio que brota precisamente desde los bordes, el Reino se abre paso, como estrella que vuelve a brillar. 


El salmo de este domingo sintoniza con ese anhelo de justicia, tan ausente en el poder ejercido actualmente; por eso, el salmista proclama: "Comunica, Señor, al rey tu juicio / y tu justicia al que es hijo de reyes; / así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres / y regirá a tu pueblo justamente / Florecerá en sus días la justicia . y reinará la paz, era tras era" (Salmo 71)