domingo, 10 de febrero de 2013

Dejarse rescatar, para rescatar a otros

V Domingo Ordinario 
10 de febrero

Lc 5, 1-11

En la película del Conde de Montecristo (2002) hay una escena en la cual, Jacopo, el fiel servidor de Edmond Dantés, le hace una confesión: "Cuando me perdonaste la vida, juré defenderte siempre, aún y cuando fuera defenderte de ti mismo". De hecho, para Jacopo, Dantés ha quedado como esclavizado en un deseo de venganza que lo está deshumanizando. Y, la fidelidad hacia Dantés le da el valor de, a riesgo de no ser apreciado, defenderlo de esa deshumanización. Creo que esta escena capta algo de la lógica de la propuesta de Jesús a Simón, en el evangelio de hoy. 

En su empeño por explicar cómo la propuesta de Jesús al hombre es siempre una experiencia que desborda -que lo lleva a los bordes y más allá- Lucas narra un relato cautivante: unos pescadores del lago de Genesaret, cansados de haber intentando pescar toda la noche sin lograr nada, se descubren a si mismos desbordados ante la pesca que, con Jesús en la barca, han realizado. 

Si el domingo antepasado, el mismo evangelista sintetizaba el "programa de vida de Jesús": El Espíritu del Señor está sobre mí, [...] y me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor (Lc 4, 18-19) y el domingo pasado nos advertía de las consecuencias -el rechazo de parte de sus paisanos- de llevar a cabo ese programa de vida, hoy el evangelio nos presenta a Jesús invitando a otros a vivir ese programa de vida.

Esta invitación ha logrado que aquellos pescadores lo dejen todo para seguirle. Jesús invita a un proyecto, pero no les promete a estos pescadores ni Seguro Social, ni Infonavit, ni prestaciones, ni vacaciones pagadas... Sólo el hecho de ser "pescadores de hombres". Jesús no nos propone sólo un trabajo, ocupación o pasatiempo.  Invita a vivir de una manera nueva: no atrapado en lo importante, sino seducido por lo esencial. No desde lo que deshumaniza, sino desde lo que humaniza. 

Pero, vayamos a la orilla -o al borde- del lago de Genesaret primero y sugiero que nos acerquemos no con la pregunta de si ¿esto que narra el evangelista así sucedió? sino mejor con aquella de ¿para qué lo escribió? La posible respuesta para la primera pregunta, me parece, no nos permitiría saborear la posible respuesta de la segunda pregunta.  

Lucas describe todo un proceso por el cual han pasado estos pescadores, encabezados por Simón. Pero no solamente ellos...  Jesús, que pide llevar la barca mar adentro para pescar, ha sucitado una reacción en Simón: Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada... (Lc 5,5) 

Si se me permite un poco de subjetividad, la respuesta de Simón pareciera como matizada, como que encierra no sólo una observación, sino una confesión profunda: 

Con todo respeto Maestro, pero tú eres artesano, y no creemos que sepas tanto de la pesca como nosotros... 
Somos pescadores, nos dedicamos a ello, vivimos de ello.
No empezamos a pescar ayer, lo hemos venido haciendo desde hace mucho tiempo. 
Nosotros sabemos cuál hora es la indicada para pescar... 
Además lo hemos intentando toda la noche y esta noche no hemos logrado nada. 
Bueno, pero sé que no te refieres al hecho de pescar en sí. He visto que la gente, cansada de palabras vacías, se agolpa en torno tuyo para escuchar de ti palabras vivas que tocan lo profundo, Sé que tu invitación a llevar la barca mar adentro sugiere más de lo que dice. 
Pero, ¿a qué te refieres con ello? 
Porque, hemos buscado la felicidad por todos lados y no la hemos encontrado.
El mundo y la sociedad de consumo nos ofertan propuestas fascinantes, que parecen dar la felicidad verdadera. 
Pero al final, luego de haber trabajado toda la noche, queda el hastío y la sensación de que algo falta. Vivimos deshumanizados. 
Y precisamente por esto, porque algo falta, y veo que tu invitación a llevar la barca no es una publicidad más, sino un viaje que hemos de recorrer juntos, 'me la juego', apuesto y "confiando en tu palabra, echaré las redes" (Lc 5, 6)

La metáfora  de la pesca, no se refiere solamente a una actividad de reclutamiento de personal para una empresa. Es además ir, como decíamos de lo esencial a lo importante. Es compartir un estilo de vida, una manera de ver el mundo y al hombre con los ojos de Jesús y a la vez, una invitación para que Jesús siga mirando el mundo por nuestros ojos (Félix de Jesús Rougier)  Lo esencial, desde la mirada de Jesús, será rescatar al hombre de ese oceáno de incertidumbres, de felicidad inconsistente. Y es entonces cuando Lucas presenta a los pescadores, quienes confiando en la invitación de Jesús, se han visto sorprendidos por un atisbo de felicidad consistente: al parecer la pesca fue tanta -no sería en cantidad nada más, sino en hondura, en calidad- que sorprendidos, han tenido que hacer señas a sus compañeros para que los ayuden. 

La invitación a rescatar, a sacar la mejor versión posible del ser humano (J.I. González Faus) no puede ser sólo una actividad externa, ajena al rescatador, sino que, dejándose rescatar primero -o dejándo que la propuesta humanizadora de Jesús logre sacar nuestra "mejor versión posible" de nosotros mismos-, pueda hacerlo también por los demás. Por esto, el primer rescate que Simón ha de hacer, será el de sí mismo o dejarse rescatar -como Jacopo le recordaba a Dantés-: Al ver esto [la pesca que desbordó] Simón Pedro cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: "Apártete de mí, porque soy un pecador" (Lc 5, 8) ¿Qué mejor manera de empezar a dejarse rescatar, sino cayendo de rodillas, siendo conscientes de nuestra propia nada, de nuestras limitaciones? ¿De qué otra manera puede la propuesta de Jesús sacar nuestra "mejor versión posible" sino desde el caer en la cuenta de que actualmente, no soy mi mejor versión? La más humana posible.

En realidad, la pesca milagrosa no consiste en pescar mucho, sino en dejarse rescatar de lo que nos deshumaniza, para luego aceptar rescatar a otros. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario