25 Domingo Ordinario
Lc 16, 1-13
Perdida, casi
imperceptible como suele ser la intervención de Dios en la historia humana, a un lado de las vías del tren, una construcción a medio
terminar es lugar de encuentro y de hospitalidad. Se trata de un cuarto
sencillo, humilde —si por humildad recuperamos la etimología latina humus que significa tierra, al decir un
cuarto humilde nos referimos a un lugar que está en la tierra, bien enraizado a
lo terrenal como comer— que sirve de desayunador a muchos niños que viven en
los bordes, allá por las vías del tren en el Maclovio.
Se trata de los not-wanted,
de los que sobran en la ciudad, de cuyas vidas se puede prescindir y hacer como
si no existieran. Nos decían que un niño, le dijo al sacerdote misionero oblato
de María Inmaculada que atiende esta comunidad: “Padre, no podemos entender el
catecismo con la panza vacía” ¿Cómo
hablarles de Dios a los arrojados a los bordes? ¿Qué teología, qué sermón tiene
sentido aquí? ¿Qué chingados se puede
decir sobre la justicia donde abunda la injusticia? Decir que la justicia es
necesaria no es solamente un discurso vacío sino hasta insultante. Decir que
Dios los ama con la panza vacía es la peor blasfemia. Como último recurso, el
silencio. «Hablar de Cristo significa callar» (D. Bonhöeffer)
El silencio abrió la
puerta al Evangelio. Entendimos que
evangelizar no es un asunto de recitar mecánicamente unos textos del Evangelio.
Evangelizar a veces es callarse, mirar, conmoverse, reaccionar, volver a
callar, hacer, recibir, amar.
Camino de regreso, pensábamos:
«Imagínense que el obispo dijera: “Vamos a cerrar todas las parroquias bien
ubicadas en las zonas y fraccionamientos ‘bien’ y vamos a abrir puras
comunidades en las periferias. Si alguien quiere ir a misa, que vaya a los
bordes, si no ¿pa qué ir?”»
Reflexiones de jóvenes insensatos, imprudentes, revoltosos. Nos tomamos al pie
de la letra eso que Francisco decía a los jóvenes argentinos en Río: «Espero
líos en las diócesis».
«No se puede
servir a Dios y al dinero»… y nos encantaría añadirle: «excepto en…» La
propuesta seduce, invita, pide una opción, «pero toda opción implica un
enfrentamiento» (González Faus) La propuesta no es la compatibilidad, sino la
opción por unos y el enfrentamiento con otros.
Hacen falta varias cosas en el desayunador: un refrigerador, abanicos, una lona para identificarlo... hacen falta mesas plegables, es decir, falta un altar, una mesa fraterna. Yo no se a dónde vamos como Iglesia mientras que sigan existendo altares costosísimos en algunas parroquias, y no haya mesas plegables donde la Pastoral Social de la Capilla de San Martin de Porres pueda darles de desayunar a los niños. Qué razón tenía Arrupe: «Mientras siga habiendo hambre en el mundo, nuestras Eucaristías de alguna forma serán incompletas». El asunto no se resuelve donando unas cuantas mesas, sino cuando decidamos ir a los bordes, vivir el ser crisitiano y ser humano desde los bordes. Otro cristianismo me parece que sería ridículo; sólo tiene sentido aquel que, siguiendo a Jesús (a él, unicamente a él, centralmente a él, radicalmente a él, apasiondamente a él) sepa caminar en la dirección que el evangelio traza: los últimos, los excluidos.
muy orgulloso de ir caminando con usted
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