III Domingo Ordinario
Lc 1, 1-4; 4, 14-21
La lectura
de nuestra propia historia
Muchas veces frente alguna situación que vivimos y que no terminamos de
entender, la pregunta inevitable es: ¿Por qué me está sucediendo esto a mí? ¿Para
qué me está sucediendo esto a mí? Y, se nos dice como premio de consolación, que cuando maduremos lo entenderemos: «Hay
preguntas frente las cuales no estamos listos para soportar las respuestas. (R.M.
Rilke). Es verdad que con la distancia vamos obteniendo claridad y poco a poco
vamos descubriendo el sentido de lo vivido. Y también es verdad que algo que
vivimos en el pasado, que creemos entender en el presente, se puede comprender
con mayor profundidad en el futuro. La vida, no es sólo un montón de episodios,
sino una historia que puede ser interpretada, y que va adquiriendo sentido en
la medida en que puede ser leída… desde lo que supone la experiencia del Otro y
de otros.
El evangelio de hoy inicia así: “Muchos
han tratado de escribir la historia de las cosas que pasaron entre nosotros”
(Lc 1, 1) Así arranca el evangelista Lucas «la historia que está a punto de narrar». De entrada, parece que Lucas tiene la intención bien
clara de narrar con claridad, quiere «presentar en orden» (Lc 1, 3) ». ¿Qué podría
significar esto hoy, para nosotros?
Lucas parece haberse dado a la tarea de tomarse en serio aquello de «interpretar
la historia», darle un orden a lo que ha suscitado esa Buena Noticia de Jesús
de Nazaret. No sólo como unos episodios empalmados, narrados arbitrariamente, sino
para que su destinatario Teófilo –un nombre en el que podemos reconocernos sin
importar el credo religioso– descubra «la verdad» (Lc 1, 4) Una tarea difícil –descubrir
la verdad– frente a la cual, el evangelista Lucas empieza primero por «poner orden». Esto de ordenar la historia, podría ser el hecho de aprender
a conectar episodios de nuestra vida, captar la lógica con la cual hemos venido
comprendiendo nuestro pasado.
¿Cómo leemos nuestra propia historia? Porque desde esa lectura
construimos lazos con el Otro y con otros. ¿Con qué mirada nos acercamos a aquellos acontecimientos y
circunstancias que han marcado nuestra vida? ¿Con resentimiento? ¿Con esperanza
que se desvanece? Y, la pregunta necesaria: si no estamos conformes con la
lectura de nuestra historia, ¿podría haber una manera distinta de hacerlo?
El evangelio de hoy no se contenta con invitarnos a «poner orden» a
nuestra historia. Nos ofrece también una clave de lectura que le de sentido a lo
que hemos vivido, a lo que vivimos y a lo que estamos por vivir: leer nuestra
historia desde el Dios que, en Jesús, asume la causa de los «olvidados de la
historia». Así, en el texto del evangelio de hoy, Jesús le da un giro maravillosamente
sorprendente a la lectura de la historia que se había olvidado de incluir a los
«pobres, a los cautivos, a los ciegos, a los oprimidos» (Lc 4, 18)
Una lectura
desde la religión
Jesús fue a Nazaret,
donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se
levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y,
abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:"El Espíritu del Señor
está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la
Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista
a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia
del Señor". Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó.
Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles:
«Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír». Lc 4, 16-21
Lucas nos presenta a Jesús en un ambiente propio de un judío piadoso: en
la reunión del sábado en la sinagoga, «según era su costumbre» (Lc 4, 16). Hoy diríamos
un llamado «católico practicante» -término que, por cierto, hemos de aclarar:
¿practicante de ritos o de actuar como Jesús actuaría hoy?- Es pues, desde la
sinagoga, es decir, desde la religión, desde donde Jesús confronta nuestra manera
de leer nuestra historia: ¿es nuestra religión una lectura viva de la historia
de inclusión de los marginados? La
sinagoga ha servido de plataforma para que Jesús anuncie su programa de vida
-¿su lectura de la historia?-.La sinagoga le ha dado los elementos necesarios a
Jesús para que ese programa incluya a los excluidos. ¿Es nuestra religión plataforma
para continuar el proyecto de Jesús? ¿Nuestra religión, nos provee de los
elementos necesarios para incluir a los excluidos? ¿O será que la religión si
es una plataforma y nos da los elementos necesarios, pero nosotros simplemente
no sabemos o no queremos descubrirlo?
Es muy significativo el que Lucas haya narrado esto precisamente desde la sinagoga. Porque quizá, para
mucha gente, la religión aparece como desconectada del mundo, encerrada en sus
propios asuntos. Una vez, escuchando predicar a un sacerdote sobre temas muy
espirituales, y tras no poder encontrar la conexión entre su homilía y la vida
cotidiana, no pude evitar pensar: ¿cómo le hará para pagar la renta? Por eso, es también muy
significativo el hecho de que «Jesús cerró el Libro, lo devolvió al
ayudante y se sentó» (Lc 4, 20) ¿Quiénes serian hoy los ayudantes de la
sinagoga a quienes Jesús devuelve el libro del profeta Isaías? Y más
significativo como termina Lucas la narración: «Hoy se ha cumplido este pasaje
de la Escritura que acaban de oír». (Lc 4, 21) Es decir, les –nos- devuelve la religión
re-interpretada (re-significada): ¿Es acaso que, «poner orden» a nuestra
historia es, desde la religión, la nueva manera de leer nuestra vida? ¿Es acaso
que, desde Jesús, podemos encontrar un sentido ese empalme de episodios sin
trama? Y si es así ¿otra lectura es posible?
Cuando eramos ninos mis hermanos y yo, nos gustaba pasear, unos en bici y otros a pie, y cruzabamos "al otro lado" sin cerca, sin luces, sin darnos cuenta que estabamos en otro pais, correteabamos, ibamos solos, los grandes cuidaban a los chicos, y nadie nos arrestaba por ser ilegales. Hoy cada vez que veo este "muro" recuerdo aquellos dias. Y al recordar el Evangelio de ayer, me da esperanza a pesar del muro, yo no lo voy a derribar, pero Jesus estara conmigo cuando decida salir de mi comodidad y ser profeta, con EL es posible.
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